Sant Jordi, un día especial
Como cada año, el día 23 de abril, día de Sant Jordi, lo primero que hacemos muchas personas es levantar la vista para ver qué día hará. Porque, si hace sol, la alegría, la fiesta, la saturación de gente en las calles estará asegurada. Y este año ha hecho buen día.
A las 8 de la mañana ya hay un batiburrillo de personas por Barcelona, la mayoría montando puestos de flores, puestos de libros, poniendo banderas, … Jóvenes y mayores se mezclan apresurados. A las diez de la mañana la plaza de la Catedral está llena de gente. Por las Ramblas ya cuesta andar: grupos de jóvenes estudiantes, de mujeres mayores, de parejas de todas las edades, grupos de personas discapacitadas, y de turistas que lo miran todo con los ojos como naranjas.
La Rambla de Cataluña está a rebosar. Muchísimas mesas con libros, vendedores de rosas por todas partes, las carpas de los partidos políticos, todas en el mismo tramo, colas delante de los escritores para conseguir la firma de los libros, ruidos, colores, olores… Todo el mundo intentando andar por donde era casi imposible, pero con mucha educación: «usted perdone, disculpe, ¿me deja pasar?».
Como cada año una pregunta: si es día de trabajo, ¿cómo puede que haya tanta gente en la calle? Nunca tengo la respuesta. Lo que sí es evidente es lo que es el día más bonito del año en Barcelona. Cada año más gente y, por la tarde, ya sé la locura. Imposible avanzar, imposible ver un libro, pero da igual, es Sant Jordi, es un día único.
Y una anécdota personal que dice mucho a favor de nuestra ciudad: el día de Sant Jordi por la mañana, olvidé una cazadora de piel en el respaldo de una silla de un bar de la plaza de la Catedral. Me di cuenta cuando llegaba a la Rambla, volví atrás, sin esperanza alguna de encontrarla -había transcurrido casi un cuarto de hora-, pero por gran sorpresa mía la chaqueta estaba en el mismo sitio. ¡Un bravo por Barcelona!
Immaculada Amat
Dirección general